Venezuela es el primer país que pierde sus glaciares tropicales en América del Sur y el mundo, a causa del aumento de la temperatura en la Cordillera de los Andes producto del cambio climático planetario. Una pena y una preocupación que debe llamar la atención proactiva de los gobiernos de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, así como la reflexión y pronunciamiento de la comunidad científica, y una mayor concienciación ciudadana.
Según el estudio The end of the eternal snows: Integrative mapping of 100 years of glacier retreat in the Venezuelan Andes (El fin de las nieves eternas: mapeo integrador de 100 años de retroceso de glaciares en los Andes venezolanos), publicado en octubre del presente año en la revista Arctic, Antarctic, and Alpine Research[1], el país de Simón Bolívar prácticamente perdió su último glaciar.
Mérida, dejó de ser la Ciudad de las Nieves Eternas, al extinguirse el nevado Humboldt (4940 m.s.n.m), porque con menos de cuatro hectáreas de hielo, técnicamente dejó de ser el último glaciar tropical, al igual que el Pico Bolívar, que sucumbió a inicios del 2020; y El Concha que desapareció hace treinta años.
Investigaciones recientes señalan que el retroceso glaciar en los Andes se está produciendo desde 1900. En 1950 se confirmó el aumento del calor en hasta 0,3°C cada diez años, que paulatina e inexorablemente está derritiendo el hielo de una de las más grandes reservas de agua dulce en el planeta, lo que provocará importantes e irreversibles cambios en la biodiversidad, servicios ecosistémicos, uso de la tierra, producción de alimentos y energía, turismo, etc. en la región.
El deshielo y la consiguiente formación de miles de lagunas están provocando serios cambios en el ecosistema andino, desapareciendo especies de animales y plantas, apareciendo otras, aumentando el riesgo de inundaciones y desastres naturales, perdiéndose el agua en el mar (elevando peligrosamente su nivel) por la ineficiente gobernanza hídrica.
Perú, altamente vulnerable al cambio climático, que concentraba hasta 1970 el 71% de los glaciares tropicales en América, con más de tres mil nevados, ahora estaría registrando con mucha suerte solo una tercera parte de su masa de hielo debido al aumento de la temperatura global, lo que produciría el fin de la Cordillera Blanca ―una de las 18 cordilleras que más nevados registra el país inca― dentro de siglo y medio.
Un estudio publicado por Nature indica que en los últimos cincuenta años, el planeta ha perdido casi diez billones (¡billones!) de toneladas de hielo por el efecto invernadero global. Y desde fines del siglo pasado a empezado a acelerarse el aumento del calor, calculándose que al 2050 la temperatura aumente entre 1ºC y 3.5ºC.
Los gobiernos de los seis países sudamericanos que poseen nevados tropicales no tienen justificación alguna para no adoptar acuerdos multilaterales vinculantes para investigar e implementar políticas, planes y estrategias integrales que mitiguen los efectos de la desglaciación, entre ellos, la reducción de la reserva de agua dulce y progresivo estrés hídrico y aumento de la sequía; además de fortalecer nuestra adaptación y resiliencia ante una inevitable alteración de los sistemas socioecológicos en esta parte del planeta, que incidirá en nuestra vida y arriesgará la existencia de las futuras generaciones. Es un reto y un serio desafío a nuestra supervivencia, que debemos enfrentar con la ciencia y la solidaridad mundial.